Los variados métodos de tortura aplicados por los  cárteles mexicanos de la droga —que generalmente terminan en la  ejecución de las víctimas— se realizan con instrumentos rudimentarios,  lo que, según los especialistas, hablan de un retorno al "salvajismo más  primitivo y sanguinario", extendido ya a todo el país. 
La mutilación, el desollamiento, la lapidación o la decapitación son  sólo algunos de estos procedimientos que se realizaban en distintas  épocas y lugares. Hoy son retomados por el crimen organizado y se han  vuelto tan comunes que ya conforman una expresión más de la llamada  cultura del narcotráfico.
La "innovación" de los cárteles  mexicanos en ese terreno consiste en la mutilación de personas con vida  que después son ejecutadas y cuyos miembros son dispersados en distintos  lugares para evitar su identificación.
La historiadora Evelyn Valle Contreras, especialista en métodos e instrumentos de tortura, comenta a Proceso:
"Actualmente, México atraviesa por una etapa de salvajismo muy  primitivo y sanguinario que se suponía superado. Y la prueba es la  alarmante escalada de torturas que realizan los cárteles de la droga".
—¿Éstos utilizan algún tipo específico de tortura que los caracterice?
—No, más bien recogen métodos que ya se han aplicado en otras épocas,  pero son de los más rudimentarios y sangrientos. A los especialistas  nos llama la atención que, con las ganancias multimillonarias que deja  la droga, los cárteles utilicen instrumentos tan arcaícos como el mazo,  el palo, el hacha o el cuchillo.
"En ocasiones incorporan la electricidad o los ácidos, que vinieron a  suplir al aceite y al agua hirviendo. Entra a narcoguerra.com Pero, por  lo general, sus métodos e instrumentos son muy arcaicos. Ahí está el  ejemplo de los cadáveres encontrados en Tamaulipas, que fueron  torturados y masacrados a mazazos".
Coordinadora histórica de las exposiciones Instrumentos de tortura y  pena capital —que lleva 15 años exhibiéndose en el Palacio de Minería— y  Cárceles de la Inquisición, procesos y tormentos —montada en el antiguo  Palacio de la Inquisición—, Valle agrega:
"La gran innovación que han hecho los cárteles mexicanos es aplicar  la mutilación a una o varias personas, para luego matarlas y dispersar  sus partes desmembradas en distintos sitios. Ya nos acostumbramos a  escuchar que aparecieron cabezas en bolsas de plástico, brazos en un  baldío o piernas desmembradas en alguna calle.
"Las llamadas ‘narcofosas’ también son un fenómeno novedoso".
—¿Y cuál es la intención de estos macabros rompecabezas?
—Sembrar el terror entre la población. La clave consiste en que ya ni  siquiera se respeta al cadáver. En épocas pasadas los cuerpos de los  torturados y asesinados eran entregados a sus familiares, incluso en  tiempos de la Inquisición, cuando se respetaba al cadáver y se le daba  importancia a la salvación del alma. Ahora no; el cadáver es anónimo, ni  siquiera vale la pena identificarlo. Esa es la variante".
PAROXISMO CRIMINAL
El criminólogo y sociólogo Daniel Cunjama, profesor-investigador del  Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe) y especialista en el  tema, señala por su parte:
"Las llamadas narcotorturas —que incluyen la ejecución, pues es muy  raro que un torturado salga vivo— se dan en un escenario desbocado,  donde todos los límites han desaparecido. Estamos ante el derrumbe del  edificio que nos configuraba como humanos y que tiene que ver con el  altruismo, la piedad o la dignidad que inculcan las legislaciones  humanistas o los preceptos religiosos.
"Basta citar la pena de muerte, prohibida por nuestra legislación y  rechazada por la Iglesia con el ‘no matarás’. Sin embargo, la pena de  muerte diariamente la aplica el crimen organizado. Las ejecuciones y los  ajustes de cuentas se están convirtiendo en lo más común y normal en  México. Es un fenómeno cotidiano que se ha incrementado muchísimo".
En el estudio Decapitados y narcomensajes: el lenguaje del crimen,  incluido en el libro Criminología reflexiva, coordinado por Cunjama, se  dan cifras sobre este acelerado incremento de la tortura y de las  ejecuciones, con base en estadísticas de la Comisión Nacional de los  Derechos Humanos (CNDH).
De 2001 a 2005, había entre mil y mil 700 ejecutados al año. En 2006,  la cifra llegó a los 2 mil 221. En 2007 alcanzó los 2 mil 712. Y en  2008 esta cifra casi se duplicó, alcanzando las 5 mil 585 ejecuciones.  La tendencia sigue en aumento.
Cunjama explica la razón:
"Vivimos un crecimiento del tormento-muerte que incluso supera la Ley  del Talión del ojo por ojo, que es hacer padecer al otro un daño igual  al que nos infligió. En la lucha entre los cárteles no funciona así. Es  más bien: ‘Si tú le sacas un ojo a mi compañero, yo a ti te saco los dos  y aparte te corto un brazo’. La respuesta es una tortura cada vez más  atroz, una escalada de tormentos, decapitaciones y mutilaciones que no  tiene fin".
—¿Cuál es el objetivo de la tortura?
—Es un acto de venganza, o bien, un instrumento para sacar  información al enemigo, en el contexto de la lucha por los mercados de  la droga. Tiene también un objetivo secundario, lo que nosotros llamamos  de "prevención general", que es exhibir los cuerpos torturados para que  sirvan de lección a los enemigos o atemoricen a la gente. Es como  decir: "Vean, a mí no me tiembla la mano".
"Toda tortura es cruel, provoca sufrimiento, resquebraja la  autoestima, la dignidad y las resistencias axiológicas del torturado.  Imagínese a cualquier narcotraficante con mucho dinero y un arma que le  hace ejercer el poder, un poder que mata. Pero de pronto llega un grupo  rival y lo desarma, lo desnuda y lo tortura de la manera más brutal,  hasta matarlo. ¡Qué cambio tan radical! Entre ellos, la violencia es el  camino para ganar poder… o para morir."
—¿Cuál tortura es la más común entre el narco mexicano?
—La decapitación. Todos los cárteles la incorporaron a sus métodos de  tortura y muerte; se ha generalizado muchísimo en México. No podemos  decir que determinado cártel aplica tal o cual tortura que lo distinga.  No, todos ejercitan tan variados tipos como su imaginación se los dicta,  pues finalmente cualquier instrumento puede servir para torturar.
TORTURAR, UNA ESPECIALIDAD
En sus decomisos al narcotráfico, el Ejército Mexicano suele  encontrar instrumentos de tortura —como garlopas para desollar, sopletes  para quemar, torniquetes, cuchillos para mutilar, etcétera—, que ya  está separando de los otros objetos decomisados, a fin de analizarlos,  revelaron fuentes castrenses al portal de noticias Terra, en una nota  publicada el 9 de mayo de 2010.
Según esta información, en 2009 se decomisaron más de 300  instrumentos de tortura: navajas, astillas, engrapadoras, sierras,  embudos, martillos, mazos, pinzas, ácidos, bates, picahielos y hasta sal  en grano para las heridas.
Y se detalla que, en un operativo militar realizado en el municipio  de Camargo, Tamaulipas, el 13 de abril de 2010, se localizó una bodega  con "seis tablas de tortura", en las que se colocaba a las víctimas para  azotarlas o desgarrarles la piel.
Y agrega Cunjama:
"Los instrumentos de tortura hallados en los decomisos son evidencias  de que, en lo interno, las organizaciones criminales tienen una  división del trabajo muy marcada, como cualquier empresa. Tienen  personal dedicado exclusivamente a torturar y, digamos, un departamento o  área de tortura.
"Así trabajen en un cártel, no todas las personas son capaces de  dedicarse a esta actividad tan cruel. El torturador necesita tener un  perfil muy especial. Un requisito indispensable es que debe carecer de  todo sentimiento de culpa, para que así pueda sacarle los ojos a una  persona o descuartizar a un niño. Esta característica es  importantísima".
El criminólogo menciona a Teodoro García, "El Teo", y a Santiago  Meza, "El Pozolero", como algunos narcos capturados que confiesan  haberse dedicado a estas actividades específicas.
"Desde el punto de vista académico, la figura de ‘El Pozolero’ es muy  controversial, pues su actividad era desaparecer cadáveres, lo mismo  que hace un cremador en cualquier agencia funeraria. Es la misma  función. Sólo que este hombre era un eslabón de una cadena criminal que  opera fuera de la ley; por eso nos resulta tan monstruoso", comenta  Cunjama.
Capturado en 2009, "El Pozolero" trabajaba para el cártel de Tijuana.  Su función era "cocinar" los cadáveres de los adversarios, metiéndolos  en recipientes con ácido y sosa cáustica.
Mientras que al "El Teo" —detenido el año pasado y quien servía al  mismo cártel— se le atribuyen más de 300 ejecuciones, precedidas por  largas sesiones de tortura.
‘EL PONCHIS’
Un caso muy sonado es el de "El Ponchis", un niño de 14 años del  Cártel del Pacífico Sur que se dedicaba a torturar y asesinar. Por  internet llegaron a circular fotografías suyas en las que aparecía  degollando a sus víctimas o portando rifles de alto poder.
La historiadora Evelyn Valle insiste en que las prácticas  sanguinarias de estos torturadores —los degüellos de "El Ponchis" y la  desintegración con líquido que llevaba a cabo "El Pozolero"— son muy  viejas.
"El narcotráfico está incorporando métodos ya utilizados  anteriormente. Está repitiendo las mismas actividades para dar tormento y  muerte. Sólo que ahora, por ejemplo, practica el degüello con  instrumentos más simples", dice.
La especialista deambula por los oscuros recintos de lo que fue el  Palacio de la Inquisición. Eran las mazmorras donde se confinaba a los  herejes en la época colonial. Hoy, ahí se exhibe Cárceles de la  Inquisición; procesos y tormentos, una amplia muestra de los  instrumentos de tortura utilizados por la Iglesia novohispana en ese  mismo sitio: el cepo, el potro, el garrote, el péndulo, tenazas para  quitar la piel, látigos, horquillas…
Valle se detiene ante una tosca silla de madera, cuyo respaldo es un  asta con un collarín de acero, el cual se abre o se cierra al mover un  torniquete. Explica al reportero:
"Este es el famoso ‘garrote’. El cuello de la víctima se metía al collarín que, al irse cerrando, ocasionaba la muerte."
PRÁCTICAS INEFABLES
En noviembre de 2007, en una playa cercana a Acapulco, Playa  Olvidada, la policía guerrerense y la Armada de México encontraron los  cadáveres de dos entambados en cemento, una práctica que se ha extendido  a otros puntos del país.
A los tambos también se acostumbra llenarlos de agua y meter en ellos  a las víctimas, provocándoles la muerte por ahogo. "Son las muertes con  agua, que han sido muy comunes y variadas, ya que pueden practicarse  con muchos instrumentos, como embudos puestos en la boca de los  torturados", indica Valle.
Y precisa que el desollamiento de personas vivas es otra vieja  tortura que, en México, resurge con toda su crueldad. En enero de 2010,  por ejemplo, ocurrió un caso macabro; con el rostro desollado de una  víctima se cubrió un balón de futbol: era una esférica y siniestra  máscara de piel humana que podía rodar.
Uno de los desollamientos más recientes se perpetró en abril pasado,  en Tepic, Nayarit; recargado en los barrotes de un puente se encontró el  cadáver de un despellejado al que le cortaron las manos.
Valle y Cunjama coinciden en que hasta el momento no se han detectado  prácticas de canibalismo entre los cárteles, que representarían un  retorno más radical al México bárbaro.
Con base en nuestras investigaciones, a la parte política le tocará  frenar esta imparable ola de violencia que está sacudiendo a nuestro  sistema moral, social y psicológico. Todos nuestros valores se están  viniendo abajo, ¡todos!
 
 
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